domingo, 30 de julio de 2017

Narrenturm, Los guerreros de Dios, Lux perpetua


Ficha: Trilogía sobre las guerras husitas formada por: "Narrenturm", "Los guerreros de Dios", "Lux perpetua", "Andrzej Sapkowski", Editorial Alamut, 528, 512 y 491 páginas respectivamente. ISBN: 978 84 9889 022 8, 978 84 9889 074 7 y 978 84 9889 098 3



Se ha hecho esperar, pero al final ha valido la pena. En diciembre de 2.010 publicaba un artículo en este blog sobre la primera de las novelas que componían la trilogía sobre las guerras husitas que se había publicado en castellano del escritor polaco Andrzej Sapkoski, desde ahora mi autor favorito de fantasía. En aquel entonces me lamentaba al final del artículo del tiempo que habría que esperar para ver terminada la serie, no imaginaba que sería tanto ya que la última parte, "Lux perpetua" ha visto la luz, y nunca mejor dicho, a finales del año pasado en nuestro idioma. No quería continuar con la lectura del relato sin tenerlo completo en mis manos.

De hecho debido al tiempo transcurrido he vuelto a releer aquella joya titulada "Narrenturm", o la torre de los locos, y me ha gustado incluso más que la primera vez que la leí. El tiempo transcurrido me había hecho olvidar casi toda la historia, solamente recordaba bien su inicio y su final, sin embargo me ha enganchado de nuevo y me ha hecho devorar sus más de quinientas páginas por segunda vez en un santiamén, llevándome en vilo hasta ese final donde el personaje se mete de lleno en la historia de estas guerras que asolaron Europa Central a comienzos del siglo quince, el último ya de la Edad Media.


Su continuación, "Los guerreros de Dios" y "Lux perpetua", no me han defraudado en lo más mínimo, si bien y a pesar de la ironía que las impregna eché de menos ese estilo despreocupado, gamberro y desenfadado que predominaba en la primera novela, pero que debido al dramatismo de la continuación de la historia, el momento previo al comienzo de la cuarta cruzada, dejaba menos espacio a la comicidad y a la acción desenfrenada. Aquella primera entrega era una novela que tampoco contaba demasiado, se limitaba a presentar a los personajes principales, el marco histórico y a narrar una tras otra las peripecias del personaje principal que no era otra cosa que una huida contínua, Reinmar de Bielau, Reymar para los amigos, es ese tipo de personaje que gusta a algunos escritores, y lectores, que parece aquejado de una suerte sobrenatural, y también de una sobrenatural mala suerte, cuando parece que está perdido siempre encuentra una salida, cuando parece que ha salido del peligro vuelve a caer, no deja de luchar, no deja de equivocarse y meter la pata, no deja de sufrir, física y emocionalmente, ni deja de enamorarse con funestas consecuencias, a lo largo de toda la historia sin darse un respiro. Su condición primero de perseguido por un asunto de "cuernos", y posteriormente de proscrito adherido a la causa husita, por no hablar de sus flirteos con la magia negra y el ocultismo, a la par que la medicina, darán juego... muchísimo juego durante todo el relato. Tras tantos avatares veremos su evolución como bribón y joven idealista primero, fanático religioso después, para terminar convertido en un endurecido pragmático ya alejado de todo ideal, aunque sin convertirse por eso en un cínico o en un malhechor.

Sapkwoski utilica su historia personal, con elementos de las novelas de caballería clásicas y la picaresca, como hilo conductor del relato, aunque no será ni mucho menos el único personaje relevante; porque si algo tiene esta magistral trilogía del escritor polaco es personajes, datos históricos, nombres de la época, lugares, casas nobiliarias, blasones... un relato de la topografía tan detallado que nos hará en más de una ocasión buscar un mapa del centro de Europa, de ese lugar donde transcurre la mayor parte de la acción, Silesia, hoy perteneciente a Polonia, pero que en aquella época era una región que no se sabía muy bien a quien pertenecía, un auténtico cruce de caminos entre Polonia, Alemania y la Bohemia checa. 

De esa situación privilegiada, o no tanto en vista de los acontecimientos, deriva la riqueza de las lenguas que Sapkowski utiliza en su relato, hay fragmentos de latín, polaco, checo y alguno que otro de lenguas romances. Los habitantes de la región eran políglotas a la fuerza, aunque los silesios utilizasen generalmente el alemán, y esa es la lengua en la que se supone que hablan cuando conversan entre ellos. En cada uno de los libros hay un apéndice donde viene la traducción de los fragmentos incluidos en las diferentes lenguas así como su referencia histórica... el autor se ha documentado a base de bien, eso ya lo comenté en su día con Narrenturm, y continuará naturalmente en las dos siguientes partes de la historia. 

A pesar de la gran cantidad de personajes hay varios que destacan y que no serán fáciles de olvidar, aparte del principal protagonista, que sufrirá en sus carnes mil y una penurias de todo tipo, sus compañeros Scharley y Sansón Mieles merecen una reseña aparte, así como el personaje del villano principal, el llamado "treparriscos", el inquisidor, y el obispo de Wroclaw... así como varios personajes femeninos de enjundia, sobre todo Jutta y Rixa, que toman protagonismo a partir del primer tomo de la trilogía. Malos muy malos, buenos muy buenos... y personajes ambiguos que no se sabe muy bien en que lugar situar, y por supuesto una visión ácida y descarnada de las religiones organizadas, de los ideales revolucionarios, del poder y el orden social... Lewis Mumford escribió en sus ensayos que cuando Colón descubrió América, a finales del mismo siglo en que transcurre esta historia, la sociedad medieval hacía tiempo que había entrado en crisis y descomposición, viendo los acontecimientos que describen estos relatos y los que sucederían en el siguiente siglo es fácil estar de acuerdo.



La obra es monumental, todo un banquete para el lector ávido de historias y de lecturas entretenidas, mil quinientas páginas de relato, densas y llenas de acción y peripecias, dan para mucho... una galería de personajes inolvidables, batallas, persecuciones, intriga, viajes por una Europa medieval llena de peligros, magia negra con sus hechizos y conjuros... la trilogía es una novela histórica por su forma, a pesar de su abundante inclusión de elementos fantásticos estamos ante una crónica, en ocasiones bastante detallada, del conflicto que sacudió los cimientos de Europa en esa primera mitad del siglo XV, esa crónica y marco histórico es el elemento principal, que nadie se engañe que aquí Sapkowski abandona temporalmente su temática de fantasía heróica recogida en su saga del mago Geralt de Rivia, pero solo hasta cierto punto. Veremos como la magia cobra forma y se convierte en un elemento importante del relato, sobre todo a partir del primer tomo. Reynevan, tal y como comenté sufrirá una suerte de transformación durante el relato, veremos como ese pícaro y aprendiz de mago se va transformando en un idealista y mortífero guerrero, extremadamente valiente, experto en artes mágicas y curativas. Hay todo un homenaje en estas novelas a esa magia y alquimia medievales, con multitud de referencias a libros históricos, y algún que otro guiño a los lectores al incluir entre los libros mágicos al famoso Necronomicón de H.P. Lovecraft. Estoy seguro que durante todo el relato hay cantidad de referencias, ironías y chistes que no he conseguido captar. No olvidemos que el Sr. Sapkowski es un escritor que destila en ocasiones la más sutil de las ironías y no deja nunca de lanzar dardos al lector.



A pesar de su ironía, que es mucha y de alto voltaje, las novelas no deja por ello de tocar temas serios, la inhumanidad de la guerra por ejemplo será puesta de manifiesto una y otra vez, hay páginas que destilan tal cantidad de sangre y violencia que ponen los pelos de punta... y lo peor no es que esa violencia quede lejos del lector y que este pueda exclamar "qué salvajes eran en aquellos tiempos", no, esta es una trilogía que habla de un conflicto de hace más de quinientos años, pero ha sido escrita en el siglo XXI y dirigida al lector de esta época, las alusiones por ejemplo al "terrorismo" no son fortuitas, está claro el mensaje, no se puede combatir el terror con terror, la violencia con violencia... esa forma de pensar solo favorece a aquellos que se lucran y benefician con la guerra ¿a que recuerda bastante a esa infame "guerra contra el terrorismo" emprendida por los EEUU y sus aliados?. La lección es clara, no importa cuan nobles, justos y hermosos ideales adornen una causa si se produce sufrimiento y derramamiento de sangre. Indudablemente los guerreros husitas, seguidores del reformador Jan Hus quemado injustamente en la hoguera en 1.415, tenían la razón en su parte, todas sus críticas al estamento eclesial, a la corrupción del papado y su colaboración con el poder feudal para extorsionar al pueblo eran más que justas... sin embargo sus campañas militares y las guerras que desencadenaron les terminaron dando justa fama de sanguinarios.

Es verdad que sus enemigos pusieron todos los medios a su alcance para exterminarlos, intentando anegar en sangre su pequeña revolución, ahí tenemos al Papa convocando una cruzada tras otra, a la inquisición actuando a destajo con sus conocidos métodos de delaciones, encarcelamiento, torturas y muertes en la hoguera... pero ninguna violencia puede justificar las atrocidades que los seguidores de Jan Hus realizaron, y que seguramente hubieran sido condenadas sin paliativos por el predicador checo. Hablamos de poblaciones enteras saqueadas, incendiadas y con sus habitantes pasados a cuchillo. Los husitas se cebaban especialmente con el estamento eclesiástico, para ellos el mismísimo satanás, con el que raramente tenían algún asomo de piedad. Contestaban al terror y la barbarie de los ejércitos lanzados contra ellos y la inquisición con niveles de barbarie similares, o peores. Eran tiempos horribles sin duda.

Las guerras husitas.
Cuando se estudia historia y se contempla el final del feudalismo hay que hacer alusión de forma obligatoria a lo que sucedía en el campo de batalla donde por primera vez ejércitos formados por campesinos y burgueses batían a los señores feudales cuyos ejércitos estaban constituidos principalmente por caballería pesada. Se suele poner como ejemplo en lo relativo al cambio de las tácticas y armamento militar a las derrotas de la caballería francesa a manos de los arqueros ingleses en la Guerra de los Cien años, pero la verdad es que si hubo un conflicto que demostrara que el tiempo de los caballeros había pasado fueron las guerras husitas que desde 1.420 a 1.434 convirtieron el corazón de Europa en un matadero.

Los seguidores del malogrado Jan Hus, divididos en varias facciones, taboritas, huérfanos y utraquistas principalmente, tras tomar el poder en Praga y desafiar abiertamente al rey y al Papa, formaron un ejército que derrotaría sucesivamente a los caballeros y ejércitos de mercenarios que desde media Europa se lanzaron contra ellos. Eran gente animada por altos ideales, cristianos que se consideraban depositarios de la verdadera tradición y que querían devolver a la Iglesia su espíritu original, limpiarla de corrupción y que dejase de ser lo que entonces era, una herramienta de opresión al servicio de la nobleza y las diferentes casas reales. Era una afrenta tan directa y "peligrosa" que fueron convocadas hasta cinco cruzadas contra los herejes de Bohemia, Moravia y Silesia. Además de formar un contingente fanático, leal y disciplinado los husitas introdujeron algunas novedades en el terreno militar.

Dirigidos primero por Jan Zizka, fallecido ya cuando comienza el relato de las aventuras y desventuras de Reymar de Bielau, y posteriormente por Procopio el Grande, los husitas introdujeron unos carros de guerra, especialmente preparados. Hasta entonces en las batallas los carros de madera tirados por caballos se limitaban a ser meros medios de transporte, a Zizka se le ocurrió utilizarlos para convertirlos en un elemento de combate. Todos hemos visto películas del oeste americano en las que los colonos al atravesar las praderas formando largas columnas y ser atacados por los indios utilizaban los carros poniéndolos en círculo como forma defensiva. Lo mismo, pero de una forma perfeccionada hicieron los husitas. 


Sus ejércitos se dividían en tres partes, una parte de caballería ligera, sin armaduras en el cuerpo, que se anticipaba a la marcha del ejército principal y que también se dedicaba al pillaje y al saqueo del territorio enemigo, la infantería que era armada especialmente con armas "anticaballería", especialmente mayales, una herramienta campesina reconvertida en arma de guerra y que estaba formada por una pértiga que tenía unida en uno de sus extremos mediante una corta cadena una barra metálica, pero también una buena variedad de lanzas, tales como las alabardas y otras cuyo objetivo era punzar, buscando las partes desprotegidas de las armaduras, e incluso las había con forma de gancho para derribar a los jinetes de sus monturas. También portaban una buena cantidad de ballestas y armas de fuego. Eran armas de fuego rudimentarias y casi tan peligrosas para que las usaba como para el enemigo, pero tenían un efecto devastador porque aunque los caballeros con armadura fueran inmunes la mayor parte de las veces a sus proyectiles los destinatarios de los mismos eran generalmente los caballos, que al caer a tierra o encabritarse dejaban fuera de combate a sus acorazados jinetes. 



Situados sobre los carros, unidos estos entre sí por cadenas, armados con ballestas, armas de fuego y lanzas de diferentes tipos, los husitas formaban una barrera prácticamente impenetrable ante cualquier carga de caballería. Eran además expertos en mover los carros con rapidez y en más de una ocasión tuvieron que repeler ataques por sorpresa de la caballería acorazada de los nobles y órdenes de caballería moviéndose y contraatacando con eficacia. Sin duda alguna, y sin menospreciar al ejército inglés de la guerra de los Cien Años, formaron el mejor ejército del mundo durante los catorce años que duró el conflicto. Para ser más justos  con sus rivales también habría que decir que como estrategas tanto Zizka como posteriormente Procopio estaban muy por encima de los nobles que lideraron los ejércitos que se les enfrentaron, una amalgama de casas nobiliarias, órdenes de caballería y mercenarios poco acostumbrados a lidiar con rivales de altura que no huyeran acobardados a las primeras de cambio y mucho menos en conflictos tan salvajes donde se desconocía la palabra piedad.


Al final el cansancio de la guerra, junto con la desunión entre moderados y radicales contra un rival que seguía luchando con tenacidad y al que no parecían afectar las derrotas militares, junto con el aislamiento cada vez más grande de los "herejes" que perdieron el apoyo que les daba parte de Polonia hicieron el resto. La derrota de Lipany, que terminó con la muerte del mismo Procopio y la salvaje matanza de los supervivientes, más de setecientos achicharrados vivos en una iglesia, puso prácticamente punto y final al conflicto. El hecho de que checos moderados engrosasen el bando que apoyaba al Papa debió marcar la diferencia... por primera vez combatieron con inteligencia, lanzando ataques señuelo y utilizando cadenas con ganchos sujetas a las monturas de los caballos para desbaratar la formación de carros y abrir brechas a la caballería. 


Fue una guerra que como comenté antes marcó muy bien el comienzo definitivo del declive de la caballería como arma principal en las batallas, y también el declive de la influencia política de la nobleza... y que para postre sirvió de antecedente a lo que habría de acontecer en la Europa del siglo siguiente con la Reforma de Lutero, la Iglesia de Roma, aunque victoriosa en esta ocasión, no aprendió nada de la experiencia husita, posteriores guerras y conflictos, si bien mucho más generalizados y sangrientos, que culminaron en la espantosa guerra de los Treinta Años casi dos siglos después, y que siguió fielmente la pauta marcada por esta en cuanto a su interminable corolario de saqueos y matanzas, dos siglos de luchas religiosas en Europa que hoy cuesta imaginar. 


Como obsequios dejo aquí varios enlaces, el primero es una película sobre la figura de Jan Hus, el segundo es un fragmento de una película, no se si checa o rusa y bastante cutre ;-), donde se muestra el primer enfrentamiento victorioso entre los husitas de Zizka, solo unos 400 que utilizaron por primera vez sus carros de guerra, y 2.000 caballeros del imperio. 


Conclusión.
Una trilogía impresionante, posiblemente no guste demasiado a los lectores más fanáticos del género histórico debido a su buena cantidad de elementos fantásticos, y quizás pueda desagradar o resultar excesivamente complicada de leer para algunos lectores habituales de lectura fantástica. Mi experiencia con la misma es muy sencilla... la he disfrutado de comienzo a fin y solamente puedo recomendarla sin reservas, por lo que a mí respecta el autor polaco es el mejor escritor del género fantástico. Disfruté mucho con los libros de Abercrombie el año pasado y tengo a mano ya para leer su última trilogía, la del Mar Quebrado, pero hay categorías en lo que escritores se refiere y para mí el autor polaco juega en otra liga. Muy buena por otra parte, buenísima, la utilización del elemento fantástico y de la magia... con humor, comicidad y una frescura que no he visto nunca. Si eres fan del género y no le haces ascos a la novela histórica, esta es tu trilogía, si crees como yo que la novela histórica es en demasiadas ocasiones un verdadero coñazo... acércate a esta trilogía de Andrzej Sapkowski, dudo mucho que te arrepientas.

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