domingo, 11 de septiembre de 2016

La Comisión para la Inmortalización

"El resultado final de una investigación científica es lograr que la humanidad vuelva a su propia existencia inextricable. En lugar de permitir que la muerte sea vencida, produce tecnologías todavía más potentes de destrucción masiva. Nada de esto es culpa de la ciencia. El incremento del conocimiento aumenta la cantidad de cosas que los humanos pueden hacer. No puede evitar que sean lo que son."


 Ficha: "La comisión para la inmortalización", John N. Gray, editorial Sexto Piso, 242 páginas, ISBN: 978 841 560 1715

 Tras la lectura de su libro "El silencio de los animales" me dije que seguramente no volvería a leer nada de John N. Gray simplemente por el hecho de que me parece un filósofo que en esencia sigue dándole vueltas a las mismas ideas: todo su pensamiento gira en torno a la naturaleza animal del ser humano y la crítica y demolición sistemática de cualquier ideología, credo religioso o idea que busque otorgarnos una naturaleza que no poseemos... llámese religión cristiana, llámese humanismo o fe en el progreso y la ciencia.

Según la teoría de la evolución de Darwin solo somos un animal que evolucionó como cualquiera de los millones de especies presentes en el mundo, una evolución que nos empuja sin un propósito concreto, y que solamente ha producido un animal extremadamente inteligente y autoconsciente por casualidad, no había propósito alguno en ello, ninguna deidad o entidad poderosa o inteligente que haya guiado nuestros pasos y de ahí saca la conclusión de que tampoco terminaremos convertidos en ningún ser especialmente mejor de lo que somos ahora o de lo que hemos sido en el pasado, pues la evolución no posee dirección alguna en ese sentido, ni en ningún otro. La misma evolución que proporcionó alas a las aves para a continuación atrofiárselas a las gallinas o al Kiwi, la misma que proporcionó patas a un mamífero parecido a un tapir y que se las transformó en aletas convirtiéndolo en una ballena nos ha proporcionado un cerebro extremadamente inteligente, los humanos somos un resultado inesperado de la evolución animal y nada más.

Ello evidentemente, al menos para el Sr. Gray, choca de plano con los dogmas de la mayoría de las religiones que otorgan un papel especial al ser humano, pero también con las creencias en el valor intrínseco de la especie humana y su especial papel en la evolución de la vida, choca con la creencia de progreso inevitable de la humanidad y también por supuesto con cualquier idea sobre un plano más allá de la naturaleza física del mundo como destino de las almas de los fallecidos y una futura evolución de un "superhombre" o una super-humanidad cualitativamente mejor que la que ya conocemos. Para Gray nuestra naturaleza animal y nuestra esencial imperfección van a hacer siempre fracasar cualquier intento de elevarnos por encima de cualquier otra especie de ser vivo en la tierra. Como bien apuntó un lector de este blog en su día, Gray es radicalmente ateo y a la vez muy consecuente con su pensamiento... Gray no ha cambiado la fe de la religión en otra vida o en el paraíso por la fe en la humanidad, en el progreso, o mucho menos por la fe en una futura mejora de la naturaleza humana. La verdad es que un examen histórico de los últimos cuatro o cinco siglos, sin necesidad de irnos más atrás, parece darle la razón.

Todo lo que comento queda meridianamente claro en su breve y contundente ensayo "Perros de paja", ya comentado en este blog, por eso para todo aquel que quiera iniciarse en la lectura de este filófoso recomiendo comenzar por esta obra. No obstante lo dicho, y aunque hace ya tiempo que el Sr. Gray no aporta ideas nuevas, hay algo en él, en su forma elegante de presentar los temas, en la erudición de la que hace gala últimamente y en su estilo que hace que leerle sea siempre interesante. Ya sabemos de partida cuales son sus ideas, no hay sorpresas en ese aspecto, pero uno no deja de asombrarse por el partido que les saca, su tono sombrío y crudamente realista por un lado, pero literario y preciosista por otro. Con los años va evolucionando y mostrándose sin lugar a dudas como un mejor escritor... aunque siempre de vueltas sobre lo mismo. Por eso he disfrutado de la lectura de este ensayo, porque a través de dos casos concretos en la historia "tirará del hilo" y terminará con un par de ensayos sorprendentes, tenemos el auge de la parapsicología y el espiritismo en la Inglaterra victoriana por un lado, y la fallida construcción de ese "nuevo hombre" que pretendía el comunismo soviético por el otro. Esa "Comisión para la Inmortalización" que da el título al ensayo y que pretendió entre otras cosas preservar de la corrupción la momia de Lénin, una historia tremenda y rocambolesca.




Por sus páginas veremos pasar a una serie de personajes de la Gran Bretaña del siglo XIX que pretendían la insólita tarea de investigar por medios supuestamente científicos la existencia de vida en el más allá, sesiones de espiritismo que no eran más que trucos de prestidigitación, y sobre todo la llamada "escritura automática", en la que se centra la primera parte del libro. En unos tiempos en los que todavía no habían comenzado los estudios sobre el subconsciente ese tipo de escritura, no consciente y realizada bajo autosugestión se tenía por prueba de la comunicación con el más allá... cuando no era otra cosa de una escritura generada en un "más acá" oculto y fragmentario como el mundo de las experiencias oníricas. Gray nos va a contar con todo tipo de detalles las tribulaciones de una serie de personajes muy conocidos de la época que creyeron haber encontrado en ese tipo de fenómenos una prueba más que evidente de que había otro mundo paralelo al nuestro y habitado por los espíritus de los fallecidos... un bulo, un autoengaño motivado sin duda por la añoranza y un deseo de recuperar a seres queridos ya fallecidos que duró hasta bien entrado el siglo XX, y al que no fueron ajenos personas con una buena educación y formación científica. La superstición religiosa como vemos puede mutar y adquirir formas sorprendentes.

La segunda parte del libro nos llevará de viaje a la Rusia de la revolución de octubre y sus trágicas consecuencias, tendrá como protagonistas en este caso no a los buscadores de pruebas de la existencia de vida más allá de la muerte, sino de aquellos que poco menos pretendieron endiosar al ser humano... a un futuro ser humano inexistente en el presente pero que terminaría surgiendo de las cenizas del mundo tal y como se había conocido. La historia demostró que no hay nada bueno que pueda surgir de la muerte y la destrucción, sólo más de lo mismo. Aquí tenemos a un escritor británico muy conocido, nada más y nada menos que a H.G. Wells y sus ideas de una futura utopía humana visitando la URSS y enamorándose de una misteriosa mujer secretaria de Gorki... una historia que a la vista de los sucesos acaecidos los siguientes años parece sacada de una novela negra.

El caso es que el escritor británico, firme defensor de una futura utopía en sus inicios, terminaría sus últimos días hundido en el más negro pesimismo. En otra historia paralela al pensamiento de Wells veremos los esfuerzos de las autoridades soviéticas en "forjar" un nuevo tipo de ciudadano y de hombre a base de destruir el antiguo orden, aplastar la naturaleza humana, y de como todo ese experimento masivo a gran escala, que ocasionó más víctimas al final que el holocausto nazi, terminó simplemente creando un estado fallido que terminó funcionando por pura inercia durante décadas, colapsándose al final de los ochenta. Hay pasajes de esta segunda parte que me han recordado mucho al trabajo de Martin Amis en su ensayo "Koba el temible" y que forman un cuadro realmente espantoso en el que sin duda alguna el Sr. Gray se recrea una y otra vez para estampárselo en la cara a todo aquel que a estas alturas le venga con hermosos ideales de una futura humanidad mejorada gracias a la política, las máquinas, la genética o la ciencia en general.

Tras esta visita al museo de los horrores del comunismo soviético de Lénin y Stálin, y las decepciones del Sr. Wells y en general de todos los que han creído en algún tipo de utopía futura, especialmente en ese terrible siglo XX del cual somos aún grandes deudores, el libro abandona su forma de ensayo literario y de investigación histórica y culmina en un pequeño ensayo filosófico mucho más en la línea de los habituales trabajos de este polémico y controvertido filósofo. Básicamente se dedica a poner en tela de juicio todos los proyectos en pos de un intento de alcanzar la inmortalidad a través de la ciencia, se habla de la suspensión criogénica y sus problemas, pero más que atiborrarnos de datos Gray hace hincapié en que la idea misma en en sí descabellada, de que conducir la marcha hacia ese objetivo, el de vencer a la muerte, es en sí una aberración, y de que la fe en el progreso de la humanidad de la mano de la ciencia y la tecnología no es más que un mito.

"Los mitos modernos están fuera de la realidad más que ninguno de los que puedan hallarse entre pueblos tradicionales, mientras que los absurdos de la fe son menos ofensivos a la razón que las afirmaciones hechas en nombre de la ciencia. La resurrección de los muertos al final de los tiempos no es tan increíble como la idea de que la humanidad, provista de cada vez más conocimientos, va camino a un mundo mejor"


Lo mejor: Tenemos de nuevo a un John N. Gray con la contundencia de siempre en denunciar aquellas ideas de los tiempos actuales que considera equivocadas y a la vez con un nuevo escritor cada vez más alejado de la escritura de un ensayo típico. Ambos van de la mano en este libro pero vamos a tener mucho más de lo segundo, de un trabajo de investigación histórica detallado, denso, con muchas referencias, nombres e historias donde el filósofo pasa a un segundo plano y nos expone sus ideas solo de forma indirecta... junto con un breve e intenso epílogo donde aparece el pensador contundente, combativo y tan políticamente incorrecto de siempre. Quizás solo por eso merece la pena seguir leyéndole, porque su voz tremendista y pesimista, pero a la vez sensata, sirve de contrapeso a cualquier optimismo infundado o interesado.

Lo peor: Si los adalides de la fe en el progreso de la humanidad se equivocan ¿no se equivocarán también los pájaros de mal agüero como el Sr. Gray? ¿acaso podemos basándonos en la pasada experiencia predecir lo que nos vamos a encontrar en los próximos tiempos?. Creo que la ingenuidad, generalmente estúpida e interesada, así como el pesimismo medular con aires de sabiduría pecan de los mismos excesos. En mi humilde opinión el futuro es una tierra en tinieblas que solamente se despejarán paso a paso... para ser sustituidas por otras seguramente pero que se despejarán sin duda. Me quedo con la visión de Yuval Noah Harari expresada en su excelente "De animales a dioses" de que el futuro sigue abierto y no podemos pretender conocerlo en base a las experiencias pasadas tal y como intentan el Sr. Gray y otros filósofos pesimistas, ¿se puede ser otra cosa que pesimista cuando se examinan por ejemplo los avatares políticos del pasado siglo?, y por supuesto me quedo más con el pensamiento de David Deutsch y su impactante ensayo "El comienzo del infinito" en el sentido de que pinta a una humanidad liderada por el pensamiento científico capaz de enfrentarse con éxito a cualquier problema, y también por desgracia capaz de crearse problemas inimaginables... porque eso es una constante con la que seguramente John N Gray estaría de acuerdo, el camino de la humanidad no es más que una carrera de obstáculos si, pero donde es tan absurdo negar el hecho de que nosotros mismos somos parte del problema, como negar el hecho de la capacidad humana de superar lo que le pongan por delante. La mera existencia de naciones como Rusia, Ucrania o incluso Alemania o Japón tras todo lo experimentado el pasado siglo XX ¿no tendría que hacer reflexionar también un poco a filósofos e historiadores expertos en los mil matices del color negro como el Sr. Gray? ;-).

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