domingo, 24 de abril de 2016

Sistema de la naturaleza



"El hombre es tan desgraciado únicamente porque ignora la naturaleza. Su espíritu está tan infectado de prejuicios que se creería condenado para siempre al error: la venda de la opinión que se le pone desde la niñez está tan fuertemente atada que sólo con mucha dificultad se le puede arrancar"

Ficha: "Sistema de la naturaleza", Paul Heinrich Dietrich barón de Holbach, editorial Laetoli, 676 páginas, ISBN: 9788 492 422036


Hace tres años me encontraba por casualidad con una colección de libros editados por una pequeña editorial navarra, Laetoli, centrados en una serie de pensadores del siglo de las luces, contemporáneos de Rousseau, Voltaire, Diderot, D' Alembert etc  y no tan conocidos, era un grupo heterogéneo y sin más relación entre ellos que un radical materialismo y una decidida, fervorosa diría yo, profesión de ateísmo. De entre todos ellos sobresalía, al menos en cantidad de obras, un oscuro barón francés de origen alemán del que no había oído hablar en mi vida... espoleado por la curiosidad me embarqué en la lectura de un par de obras suyas, "Etocrácia" y "Cartas a Eugenia", que terminaron comentadas en este blog, su mensaje directo y contundente, su prosa sencilla y desprovista de cualquier artificio, y sobre todo su tono didáctico enormemente alejado del tipo de texto académico habitual en la filosofía me atraparon por completo. Tampoco es que fuera nada del otro mundo, pero algo tenía que no podía dejar de leerle.

Decidí entonces que más adelante leería algo más de este atípico filósofo, de hecho adquirí su obra principal "Sistema de la naturaleza" poco tiempo después y sucedió lo de siempre... nuevos libros, nuevas orientaciones lectoras vinieron a ocupar su lugar y allí quedó este grueso volumen, el inicial de la colección "Los Ilustrados" de Laetoli, durmiendo el sueño de los justos en mi biblioteca... hasta ahora claro, aunque para ser honesto tendría que añadir que no dejé de lado completamente la lectura de los libros de esta colección, pude añadir el comentario de la obra del infeliz cura Meslier unos meses más tarde, "Memoria contra la religión" es uno de los manifiestos ateos más sobresalientes de la historia y un libro que comparte bastantes cosas con este que comento aquí.  

Antes de comentar nada hay que dejar claro que este NO es un tratado filosófico al uso, no estamos ante un libro de corte académico dirigido a los especialistas en la materia, estamos ante todo ante un texto divulgativo y reivindicativo publicado clandestínamente de forma anónima, un libro del que su autor sabía perfectamente que sería prohibido nada más ser publicado y con el que tendría que tomar todas las precauciones posibles. Holbach era un consumado maestro en el tema, tenía los conocimientos suficientes para hacerlo. Años atrás había visto lo que le había sucedido a un intelectual conocido suyo, Helvetius, cuya obra "Del espíritu" terminó siendo prohibida y acarreando multitud de problemas a su autor. La censura había declarado la guerra al pensamiento ilustrado y Holbach decidió tomar partido, su obra filosófica de la década de los años setenta del siglo de las luces iba toda encaminada en esa dirección. Publicó una buena cantidad de ensayos, todos de forma anónima bajo nombres falsos... en el caso de "Sistema de la naturaleza" fue más allá... al intentar atribuirle la autoría del mismo a un intelectual ya fallecido para evitar la persecución. No lo consiguió y la censura buscó insistentemente al autor de tan provocativo y demoledor trabajo, aunque sin éxito por fortuna para él. 



De las tres fases, apuntadas por Michel Onfray, en el que podemos dividir el pensamiento de Holbach, la demolición y ataque contra la religión establecida, la elaboración de un sistema propio manifiestamente sensualista y ateo, y las propuestas políticas basadas en la moral, "Sistema de la naturaleza", su obra más importante y extensa, está marcadamente situada en la segunda fase. Holbach había ya publicado otras obras centradas en atacar los fundamentos de la religión y socavar el poder existente en su época en manos de la iglesia, "El cristianismo al descubierto", "Cartas a Eugenia" o "Teología de bolsillo" eran obras también publicadas de forma anónima que atacaban sin misericordia alguna a la religión y al poder aliado con la misma.

No bastaba sin embargo con esa labor de demolición subversiva, había que proponer una alternativa racional y creíble al papel de la religión en la sociedad de su tiempo... aquí es donde entra "Sistema de la naturaleza", el intento por parte de Holbach de crear un sistema propio que pudiera algún día, el autor no se hacía tampoco demasiadas ilusiones sobre su triunfo, reemplazar al orden imperante por aquel tiempo, ese viejo régimen formado por monarcas absolutistas, estuvieran más o menos ilustrados, sólidamente aliados con el poder religioso basado en la superstición y el dogma. 


"Los hombres se equivocarán siempre que abandonen la experiencia por sistemas alumbrados por la imaginación. El hombre es obra de la naturaleza: existe en ella, está sometido a sus leyes y no puede franquearla o salir de ella ni siquiera mediante el pensamiento. En vano quiere lanzarse su espíritu más allá de las fronteras del mundo visible; siempre se verá obligado a regresar"


Esa característica singular de la obra como trabajo destinado a su aparición y difusión clandestina, unido a su origen intelectual en los debates y tertulias filosóficas en las que Holbach y los mayores pensadores de la época que pasaban o residían por París se enzarzaban, es el origen de su peculiar estilo. Una obra de marcado carácter divulgativo, escrita de principio a fin con un lenguaje diáfano y claro, llena de recursos más propios de la lengua hablada, con fórmulas retóricas propias de los diálogos... de ahí la gran cantidad de repeticiones y vueltas y vueltas sobre los mismos temas. El autor parece endiosarse a la menor oportunidad y lanzar inflamadas proclamas llenas de retórica y frases rimbombantes, Holbach en esta obra parece más que dialogar con el lector hablar para un amplio auditorio al que intenta convencer y del que espera arrancar sonoros aplausos. Esa cercanía, ese intento de ganarse al lector termina cansando un poco y hay que leer con un poco de paciencia, con la ventaja de que no importa si nos perdemos un poco por el camino... porque más adelante es bastante probable que volvamos a encontrarnos con los mismos temas y con parecidos argumentos.

Holbach sabía que no bastaba con destronar a la religión, que no bastaba con eliminar a la misma del puesto que ocupaba como garante de la moralidad en la sociedad, había que llenar el lugar con algo... y no es que no se emplee a fondo en este ensayo con seguir lanzando dardos a la misma, ¿dardos? ¡cornadas más bien!, este atípico noble si algo era es apasionado, todo el fanatismo y la intransigencia que denunciaba precisamente del estamento eclesiástico y de los teólogos es combatida con las mismas armas, al menos en el terreno dialéctico claro, porque Holbach fue un hombre que no hizo mal a nadie en su vida y que si parecía en ocasiones furioso y fanático en sus escritos lo era convencido de la bondad de su causa que no era otra que la mejora de las condiciones de vida del ser humano y su felicidad. Así que hay que tener claro antes que nada que todo su genio, toda su artillería dialéctica estaba dirigida a ese fin. Holbach no buscaba ni el dinero, que ya tenía, de hecho era el más rico de los ilustrados de su tiempo con diferencia, ni tan siquiera la gloria, publicaba de forma anónima, buscaba inocular unas ideas nuevas y progresistas que poco a poco fueran socavando el viejo orden amparado y sostenido por la iglesia y al que acusaba de la mayoría de los males del mundo. 

"Concluyamos, pues, que el nombre no tiene razones en absoluto para creerse un ser privilegiado en la naturaleza y que está sometido a las mismas vicisitudes que sus otros productos. Sus pretendidas prerrogativas están fundadas sólo en un error. Que se eleve con el pensamiento por encima del globo en que vive y verá su especie con la misma perspectiva que a los demás seres: verá que, al igual que los árboles producen frutos en función de su especie, los hombres actúan en función de su energía particular y producen frutos, acciones y obras igualmente necesarias. Sentirá que la ilusión que le predispone a favor de sí mismo proviene del hecho de ser a la vez espectador y parte del universo. Reconocerá que la idea de excelencia que atribuye a su ser no tiene otro fundamento que su propio interés y la predilección que siente por sí mismo."


Le veremos en esta ocasión defender la instauración de un nuevo orden, basado en las leyes de la naturaleza deducidas a través de la observación y el conocimiento de la misma, conocimiento obtenido a través de la experimentación de la mano de la ciencia. Para Holbach el mundo no era ni bueno ni malo en sí, había tantas razones para defender lo primero como para lo segundo, sin embargo sí que era posible llegar a ser feliz en el tiempo que nos toca vivir si seguíamos las inclinaciones naturales, si respetábamos la vida en sociedad y sus normas, si procurábamos hacer el bien a los demás a fin de recibir nosotros también lo mismo... en definitiva, una filosofía utilitarista, pragmática, basada en el sentido común, en continua re-elaboración de forma coordinada con los avances y descubrimientos científicos.

Quizás pecando en su elaboración de un exceso de optimismo, sin duda, pero bienintencionada, y sorprendentemente para nada subversiva con el orden existente... Holbach no era un revolucionario que quisiera poner todo patas arriba. Su muerte coincidió con el inicio de la revolución francesa, una revolución que le hubiera horrorizado por su barbarie y también porque sorprendentemente no tuvo su reflejo en las ideas religiosas... los revolucionarios franceses no arrojaron la idea de Dios a la basura, tal y como pretendía Holbach, sino que adaptarían los sentimientos religiosos al nuevo orden, la revolución no fue atea, aunque Holbach sí que lo era, de hecho nadie en el siglo de las luces escribió tanto y de forma tan apasionada en la defensa del ateísmo.

La primera parte se centra en esta construcción de un nuevo sistema, a través de la misma nos haremos eco de las teorías científicas de la época, y también de sus limitaciones y sus especulaciones. El ser humano no es un ser aparte de la naturaleza, nace, vive y muere en ella, y cualquier sistema moral bajo el que gobernemos la sociedad debe participar en la misma medida del orden natural. La religión al ocuparse fundamentalmente de todo aquello que ni conocemos ni podemos conocer, al centrarse en dogmas basados en fantasías y quimeras alejadas de la naturaleza de las cosas rompe forzosamente con este orden natural, y de ella por lo tanto no puede salir nada bueno.

El hombre en su estado primitivo ignora casi todo del funcionamiento de la naturaleza, esta de vez en cuando muestra su cólera mediante desastres como volcanes, huracanes, epidemias... que le sumen en una profunda consternación y sobre todo le hunden en el temor. Deseoso de encontrar un sentido a lo que ocurre y un alivio a su miedo no encuentra otra salida que la superstición, es decir, buscar causas sobrenaturales ocultas a aquello que le perturba y a lo que no encuentra explicación... la superstición acabará desembocando en la religión más o menos organizada, y esta desembocará en el oscurantismo de la teología... de la alianza entre el poder terrenal y el religioso solo hay un paso. Aunque la ciencia era todavía deficiente y andaba dando sus primeros, y decididos, pasos, estaba claro cada vez más que buscar causas inmateriales en un mundo esencialmente material era como buscarle los cinco pies al gato. Una cosa era admitir la ignorancia de los principios naturales, y otra buscar una causa sobrenatural a aquello que se ignora forzando a la razón a efectuar piruetas imposibles, a asumir contradicciones lógicas y negar y afirmar simultáneamente. La teología para Holbach no era más que una ficción ilógica y retorcida que se destruía a sí misma, y los conceptos de Dios, alma, espírtu, cielo o infierno junto con todos los dogmas de la iglesia solo ficciones fantasmales destinadas a calmar la imaginación de los simples y prolongar el poder de los tiranos en la tierra.

Es precisamente en la deconstrucción y desenmascaramiento de la religión, el cristianismo y especialmente la teología donde más vemos brillar el genio y la pasión de este singular escritor. Es en esta segunda parte donde asistimos a su discurso más demoledor, y donde le vemos insistir una y otra vez en la imposiblidad de la existencia de Dios, de la creación, de la promesa de un infierno o un paraíso, de las múltiples contradicciones de la teología, de la que Borges en el siglo XX consideraría como "la cumbre de la literatura de ficción"... un comentario sarcástico y ácido que Holbach hubiera suscrito al 100%, de la inutilidad de la religión para servir de referente moral, de su utilización por el poder y los malvados, de su incapacidad para ser útil y llevar al ser humano en el camino del amor a sus semejantes, de sus llamadas al fanatismo, al odio, a su capacidad para hacer que buenas personas obren el mal y no evitar las malas obras de los malvados... Holbach se encarniza en esta última parte de una manera que poco o nada tiene que envidiar a sus obras más feroces y críticas con la religión.

"Aun suponiendo por un instante que esta naturaleza fuese inerte, inanimada, ciega o, si se quiere, haciendo del azar el Dios del universo ¿no sería mejor depender de la nada absoluta que de un Dios al que es necesario conocer y del que no podemos hacernos ninguna idea, o al que, al intentar formarnos alguna, nos vemos obligados a asignar las nociones más contradictorias y dañinas para el reposo de los seres humanos? ¿No es mejor depender del destino o de la fatalidad que de una inteligencia lo bastante insensata como para castigar a sus criaturas por la poca inteligencia y luces que les ha querido dar? ¿No es mejor echarse en brazos de una naturaleza ciega, privada de sabiduría y objetivos, que temblar toda la vida bajo la vara de una inteligencia todopoderosa, que ha conjugado sus planes sublimes para que los débiles mortales tuviesen la libertad de oponerse a ellos y destruirlos y llegar así a ser víctimas constantes de su implacable cólera?."

Conclusión:  Pobre barón, tuvo suerte de no presenciar los horrores que le esperaban a la vuelta de la esquina al fallecer semanas antes de la toma de la Bastilla. Hoy podría contemplar un mundo donde la religión ya no es el soporte principal del poder, por lo menos en occidente, y no se sorprendería al ver las teocracias islámicas a las que señalaría como ejemplos de gobiernos perversos y corruptos por causa de la religión. No obstante dudo mucho que se complaciera al ver sentado en el trono de la moral al dinero y al culto al yo, al ver a las pseudociencias campar a sus anchas, y al pueblo ensimismado con los productos de la tecnología, como este ordenador portátil en el que escribo ahora mismo ;-), como antes quedaban absortos ante los sermones del párroco de turno... No, Holbach no era un revolucionario ni un partidario de la anarquía, defendía la ética y la moral por encima de todo, una ética y moral basadas en la naturaleza y sentido común y no en la fantasía y el dogma antinatural de la religión... aun así dudo mucho que pudiera sentirse contento en un mundo donde la razón no ocupaba el trono que él le hubiera deseado reservar, y es que su conocimiento de la naturaleza del ser humano tenía todavía mucho que aprender, en el fondo no pudo evitar caer en los errores que él mismo atribuía a sus enemigos intelectuales, atacó una metafísica para sustituirla por otra, una serie de dogmas contrarios a la naturaleza para intentar cambiarlos por otros no menos artificiales, siendo consciente tal vez que nunca los vería triunfar. La denominada "falacia de la ilustración" pocas veces se puede apreciar tan claramente como en el caso de este valiente pensador, no sería el último que caería en sus errores.


Lo mejor: Un libro extraordinario, sin duda, recomendable especialmente a todos aquellos interesados en la filosofía del siglo XVIII, que no se queden solamente en Rousseau, Diderot o Voltaire y se animen a conocer las obras de este grupo de radicales, ateos y materialistas de los que Holbach es sin duda alguna su "buque insignia". Ni su época era ilustrada ni lo es la nuestra tampoco, de ahí que buena parte de su mensaje, en cuanto a llamadas a la hermandad universal, a la bondad, al sentido común alejado de sistemas quiméricos sigue completamente vivo. Excelente el ensayo incluido al final de José Manuel Bermudo, la traducción y la edición en general, Laetoli no podía haber escogido un libro mejor que este para iniciar su colección dedicada a los ilustrados. Para los amantes de la filosofía especialmente interesados en el siglo de las luces es simplemente un libro que no deberían perderse.

Lo peor: Dejando aparte la estrecha visión que Holbach tenía de la religión y su, en parte, forzada conexión de esta con la superstición, "Sistema de la naturaleza" es un monumento al exceso... son 520 densas páginas llenas de momentos brillantes y gran lucidez y mensaje machacón y reiterativo a partes iguales. Creo que Voltaire dijo de esta obra que "le sobraban la mitad de las palabras", la envidia y el desagrado le movían a escribirlo en parte, pero también hay algo indudablemente acertado en la crítica. De hecho podemos quitar algunos capítulos y el mensaje seguirá llegando igual, podemos quitar bastantes frases y el libro ni pierde ni gana... no es extraño que posteriormente escribiera otro "El buen sentido" que no es otra cosa que un resumen de este, es tanto como reconocer que se había pasado de la raya... por mi parte he distrutado en general de su lectura, pero advierto, este libro no es para pusilánimes ni para lectores novatos en temas filosóficos, la sencillez de su prosa es engañosa, uno se ve atrapado en su lectura... y ya no puede parar ;-)


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