sábado, 2 de noviembre de 2013

Infierno Horizontal sobre la destrucción del yo

"Lo inquietante no es el infierno en sí mismo, sino la forma que tiene el sujeto de experimentarlo y los mecanismos que consiguen destruir lo que hace de alguien quien es. Quizá por ello sería más apropiado decir que este Infierno versa sobre aquello que hace de algo un infierno. Y aún más de cómo aquello que constituye la identidad del yo puede llegar también a destruirlo"


Ficha: "Infierno Horizontal, sobre la destrucción del yo",  Ana Carrasco Conde, editorial Plaza y Valdés, 249 páginas, ISBN: 978 84 92751 73 0

El el último número de la revista Filosofía Hoy, nº 26, se inicia una sección de entrevistas a jóvenes filósofos, la primera de las mismas tiene como protagonista a Ana Carrasco Conde, doctora en filosofía por la Universidad Autónoma de Madrid, especialista en el periódo del idealismo alemán, filosofía de la Historia. El tema del "problema del mal en Schelling" fue el elegido por ella para realizar su tésis doctoral, es importante señalarlo porque precisamente tal y como cuenta en el prefacio de este libro, dicha tesis contiene la idea original a partir de la cual elaboró este ensayo filosófico publicado en 2.012.

De hecho la autora sigue explotando esa base de ideas de su tésis y está a punto de publicar, si es que no lo ha hecho ya, otra obra "La limpidez del mal, el mal y la historia en la filosofía de F. W. J. Schelling". Tras haber leído con deleite de cabo a rabo el excelente ensayo que comento aquí no tardaré en echarle un vistazo a esta otra publicación suya. Hay muy poco publicado sobre la obra de este filósofo alemán en castellano y la verdad es que lo encuentro bastante interesante.



Ana Carrasco parte de una idea bien simple, que buena parte de esa identidad a la que denominamos "yo" se crea mediante la auto-reflexión sobre uno mismo. Ese pensar en uno mismo, este proceso interno donde no solamente se define la personalidad sino también se marcan las diferencias con lo ajeno al propio ser, definido por Schelling como Selbstheit puede en determinados casos enquistarse en un bucle viciado y autoreferente en el que la persona que sufre este proceso se hunde más y más en si misma... aparece pues el llamado estado psicológico que podríamos llamar "infierno". Ahora bien, ¿hay algún paralelismo entre ese proceso psicológico de autodestrucción y esa figura simbólica propia de la religión y la literatura denominada "infierno"?, sin duda, aunque con distintos matices... ese será el punto de partida del libro, la descripción minuciosa de ese llamado "infierno" como lugar destinado al castigo de los pecadores en el cristianismo, morada de los muertos en la religión pagana y sus equivalentes literarios, sobre todo en la obra "infernal" por antonomasia, "La Divina Comedia" de Dante Alighieri.




El libro se divide en tres partes, la primera dedicada al llamado "Infierno Vertical", es decir al infierno religioso o literario. Siguiendo principalmente la citada obra de Dante, simbiosis perfecta de la visión cristiana medieval y las referencias al Hades o al Tártaro de la literatura clásica y los mitos griegos. Acompañaremos a Dante a su viaje al inframundo guiado por Virgilio, seremos testigos de toda clase de horrores y suplicios pero también de su significado psicológico y simbólico, Ana se recrea una y otra vez en las distintas perspectivas posibles, aporta citas y referencias de obras clásicas como la "Eneada" de Virgilio, analiza minuciosamente el punto de vista del condenado, del testigo, de la significación de lo expuesto por Dante. Con erudición, elegancia y detalle veremos como esa idea original que identifica la idea de infierno como repliegue sobre uno mismo de forma enquistada y enfermiza se presenta en esa visión del tradicional infierno entendido este como lugar de expiación eterno y sin salida. Infierno como lugar no ya de reparación de una falta y de arrepentimiento, sino como lugar donde el condenado se ve encerrado en un bucle sin salida donde se repite continuamente lo mismo, donde se posee conciencia de la eternidad del suplicio y esta conciencia de absurdo y esterilidad del propio sufrimiento constituye en sí el principal elemento del castigo, representado perfectamente en la figura mítica de Sísifo, condenado por los dioses a empujar una voluminosa roca colina arriba... solamente para ver como al llegar a su cima esta vuelve a rodar cuesta abajo y todo vuelve a comenzar, esa inutilidad del esfuerzo y sobre todo la conciencia del mismo es lo que verdaderamente forma el suplicio en sí.

No solamente será la obra de Dante la escogida para dar sentido y color a lo expuesto en esta primera parte del ensayo, también Milton y su "Paraíso perdido", Oscar Wilde y su autobiográfica obra "De profundis" donde relata su personal tragedia y paso por la cárcel, "La enfermedad mortal" de Kierkegaard, Primo Levi y sus obras sobre la tragedia de Auswitch, Solzhenistsyn y su "Archipiélago Gulag" y Rimbaud y su poema "Temporada en el infierno", ofrecen todas estas obras un completo y caleidoscópico panorama sobre el tema del dolor humano, dolor que puede tener su inicio en el dolor físico pero que fundamentalmente apuntan al peor de todos, al sufrimiento psicológico sin fin y sin esperanza que a la fuerza termina aniquilando la humanidad del que lo sufre. A pesar del horror descrito por Dante en su paseo por los infiernos hay algo que todavía redime en cierta forma a ese infierno vertical, la conciencia de los condenados de haber escogido voluntariamente ese destino, la conciencia de haber obrado mal, la conciencia de ser culpables... aunque por la repetición eterna del castigo este esté más allá de toda expiación. Un asunto muy diferente al que se expondrá posteriormente en la tercera parte de la obra.

"El yo ya no tiene la capacidad de poder comenzar nada de nuevo, ya no es libre de querer ser de otra manera porque éste ya fijó o determinó por su querer su carácter y la forma de su actividad. Eliminar el querer es eliminar al yo, focalizado en la fuerza contractiva que se dirige hacia sí. Ésta es la grotesca perversión de la libertad: cuando ésta se dirige en vacío y sin freno hacia sí misma, cuando sólo el querer puede salvar al yo, pero el yo, sumido en la inercia de la locura de un querer dirigido embucladamente hacia sí mismo, no quiere salvarse porque ya sólo puede volver a sí enquistadamente como paradójica forma de perseverar en su ser. El yo ya no es actividad como tal, sino objeto de la inercia del dejarse llevar."

Entre esta primera parte dedicada al llamado infierno vertical, y a la tercera, la más importante, centrada en el llamado "Infierno Horizontal", aquel desprovisto ya de lugar concreto pero situado en cambio en el interior del ser humano que está inmerso en él, entre ambas partes se sitúa una más pequeña y menos importante denominada por la autora "Verticalidad", la exploración por la literatura de ese viaje hacia el interior de la tierra, principalmente a través de la obra de Julio Verne "Viaje al centro de la Tierra", donde ya no se desciende a ese infierno descrito en la literatura e imaginado por los mitos y las obras religiosas cristianas, sino que posee los elementos comunes a todo viaje de exploración. Queda así desmitificado el interior de la corteza terrestre como sede del lugar de condena de las almas pecadoras. Su visitante no es testigo de tormentos y castigos sino que sufre él mismo las fatigas y los peligros del viaje, un viaje que él mismo ha planificado, que posee principio y fin... y la conclusión que queda es que si el llamado infierno ya no reside en el interior de la Tierra ¿tiene sentido hablar del mismo ya?.


La tercera parte del libro, la más importante, nos expone ese infierno real como estado mental aunque ilusorio como lugar físico y concreto, Ana aquí vuelve a sus referencias literarias, especialmente a aquellas centradas en relatar el descenso a los infiernos particular de los supervivientes de los campos de concentración, de aquellos que han sido testigos en vida de la degradación y destrucción del ser humano a través del dolor. 

La autora podría haber buscado ejemplos de depresiones clínicas, de situaciones extremas ocasionadas por pérdidas familiares, de infiernos personales experimentados a través de la adicción a las drogas o los padecimientos por enfermedades terminales... sin embargo como vínculo que une ese infierno personal y ese lugar que podría también ser considerado como tal, el campo de concentración, se centrará principalmente en la obra del superviviente de Auswitch, Primo Levi, para ilustrar este otro infierno horizontal, ese que puede aparecer en la conciencia de cualquiera si las circunstancias lo empujan a él. 

De nuevo aparece esa idea original, la del enquistamiento en sí mismo que corta toda conexión con el exterior, magníficamente recreado en la pintura de J. H. Füssli "Silencio". El círculo inferior de ese infierno personal, aquel que coincidiría con la representación simbólica de Dante en el noveno círculo, ese infierno frío y congelado que alberga a los traidores y que preside el mismo satanás, donde ya los mismos no pueden llorar siquiera, ni gemir, donde el dolor cede paso ya a la petrificación de todo sentimiento y de toda humanidad... ese fondo ya más allá de toda emoción humana, como el de aquellos prisioneros del campo de concentración que relata Levi que se hayan ya más allá de toda recuperación posible, muertos ya en vida, que se arrastran inermes, embrutecidos e incapaces ya de esperimentar el sufrimiento... ese es el fin último del proceso de degradación interior que la autora nos mostrará desde múltiples perspectivas y con la elegancia, erudición y estilo exquisito del que hace gala en toda la obra de principio a fin. 

En este otro Infierno Horizontal el que lo sufre no se enfrenta a un castigo eterno como en el infierno de la religión y los mitos, sin embargo por su naturaleza repetitiva y obsesiva, por su falta de esperanza viene a ser lo mismo, o peor, ya que encima no es necesario haber cometido falta alguna para vivir en él, de hecho es mucho más habitual la inocencia y la falta de culpabilidad que lejos de aliviar el sufrimiento lo acentúan encima con un sentimiento de injusticia. Horizontal porque no hay que viajar a ningún lugar, porque aunque no reside en un lugar concreto puede encontrarse en todas partes, allá donde haya un ser humano sometido a dificultades y sufrimientos que lo sobrepasan y que le hacen replegarse sobre sí mismo, desbordado por su dolor, para finalmente entrar en un proceso interno que lo desconecta del mundo y termina hundiendo, despojándolo de su humanidad. Ana no nos ahorrará análisis, detalles, diferentes perspectivas, citas sacadas de las obras citadas...

"Tiempo y dolor vuelven a darse la mano en la conciencia que el yo tiene sobre la situación. Cuanto más aumenta la conciencia, no aumenta, sin embargo, el sentimiento de libertad, sino el de opresión: es ahora cuando, justo antes del umbral, justo cuando es inminente que el yo toque fondo y pierda toda lucidez, cuando en la conciencia del yo consigo mismo a través del dolor se abren dos posibilidades: puede el suelo ceder bajo los pies del yo y precipitarse al abismo, o bien, puede el sujeto agarrarse a la lucidez de su conciencia gracias al lejano brillo de una esperanza y salir de su infierno. "


Lo mejor: Un tema terrible para escribir un ensayo, sin embargo Ana consigue que el lector quede atrapado en su lectura y nunca se vea perdido o desanimado ante lo expuesto. Me da la impresión de estar ante una obra a medio camino entre un texto meditativo, diseñado para ser releido con frecuencia, y un verdadero ensayo... no puedo evitar encontrar paralelismos entre esa reiteración sobre sí que tanto se nombra en el ensayo como tema principal y las repeticiones de esa misma idea a lo largo del libro... a pesar de todo el libro dista mucho de ser monótono y me parece un ejercicio impecable de estilo, como esas piezas musicales donde el tema principal aparece una y otra vez en distintas formas el libro se lee con verdadero placer. Lo dicho, estaré pendiente de sus próximas publicaciones, si son siquiera la mitad de buenas que este ensayo valdrá la pena prestarles atención.


Lo peor: Las notas eruditas, las múltiples explicaciones y puntos de vista no pueden ocultar el hecho de que la idea base del ensayo es sencilla y puede quedar reflejada en muy poco espacio. De ahí que uno tiene la sensación leyéndolo de estar siempre dando vueltas sobre lo mismo, de encontrarse ante una especie de "soufflé" que podría tener perfectamente una extensión mucho menor. Estamos ante un ensayo filosófico puro y duro, el mismo me recuerda a ese dicho que reza "cuando solo tienes un martillo como herramienta todo adquiere forma de clavo", no puedo evitar la impresión de encontrar en ocasiones las cosas un poco forzadas. Recomendable solamente para los habituales lectores de ensayos filosóficos, curiosos y frecuentadores de obras de "más ámplio espectro".


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